Los profetas de la astronáutica

A nadie le extraña hoy en día ver cómo una nave espacial abandona el planeta para sumergirse en las profundidades del cosmos. Sin embargo, tan sólo un siglo atrás en el tiempo, esta idea se encontraba sólo en la mente de locos y fantasiosos que especulaban con ello como quien hoy conjetura sobre máquinas del tiempo o teletransportes. A pesar de ello, hubo un pequeño grupo de pioneros que supo encontrar el camino para establecer las bases de una de las ciencias que más avanzaría y que más esperanzas daría a la humanidad en el siglo XX: La astronáutica.

Viajando con la mente

Podemos afirmar sin miedo a cometer un error que la idea de viajar por el cosmos y llegar a planetas lejanos es un tema recurrente que ha acompañado siempre a la ciencia ficción. A falta de la tecnología necesaria para lograrlo, numerosos escritores han intentado recrear en sus libros una travesía de tales dimensiones.

Ya en el siglo II d.C podemos ver las primeras muestras de ello: Luciano de Samosata ideó en su "Historia verdadera" un barco que, impulsado por un gigantesco chorro de agua y viento, consigue llegar a la Luna. Allí le esperan los selenitas, unos extraños seres enzarzados en una guerra con los habitantes del Sol. La historia, sobre la cual podéis leer un poco más aquí, demuestra una gran capacidad de imaginación por parte de Luciano, pero lo realmente interesante es la idea de llegar a la Luna en pleno siglo II:

"Al romper el día zarpamos con brisa suave. Pero a mediodía, repentinamente, cuando ya la isla estaba fuera del alcance de nuestra vista, se produjo un torbellino que hizo girar la nave, la levantó unos trescientos estadios y ya no la dejó caer sobre el mar, sino que la mantuvo suspendida en el aire, arrastrada por el viento que soplaba contra las velas y henchía la lona (...) Estuvimos volando así por los aires siete días y otras noches y al octavo vislumbramos una gran tierra en el aire, como una isla, brillante y redonda, resplandeciendo con luz deslumbrante; nos acercamos a ella, anclamos y desembarcamos (...) Aquella tierra era la Luna que nosotros veíamos brillar desde la Tierra"

Por supuesto, si hablamos de ciencia ficción, no podemos olvidarnos de los dos más grandes progenitores de este género literario: H.G. Wells y Julio Verne. Como era de esperar, ambos trataron en sus novelas el tema de la exploración espacial.

En sus dos libros "De la Tierra a la Luna" y "Alrededor de la Luna", Verne describe un viaje espacial que nos resultará mucho más familiar que el planteado por Luciano. En las novelas del francés, los intrépidos aventureros deciden llegar hasta la Luna en un proyectil de dimensiones colosales impulsado por un cañón igualmente descomunal. Es conveniente mencionar que, como es habitual en Julio Verne, se aportaron numerosos datos científicos para dar realismo a sus ideas. Y, aunque comete algunos errores relacionados con las leyes físicas que influyen a la hora de realizar un viaje espacial, cuidó con mimo detalles como la falta de gravedad o las cantidades de oxígeno que los astronautas deberían consumir.

Por su parte, Wells le concedió menos importancia a los detalles científicos y convirtió su novela "Los primeros hombres en la luna" en una obra de ciencia ficción con un importante transfondo filosófico. Los protagonistas inventan en esta ocasión una sustancia antigravitatoria, la cavorita, con la cual recubren una nave espacial que asciende automáticamente hasta nuestro satélite, donde encontrarán una civilización extraterrestre que Wells utilizará como excusa para desarrollar una crítica social.

Llegó la hora de los inventores

Por suerte, la exploración espacial no quedó relegada a los libros de ficción. No es justo dejar a los escritores como los únicos profetas de la astronáutica; también merecen ocupar ese puesto los inventores pioneros que decidieron poner en marcha las ideas de sus antepasados. A principios del siglo XX, una nueva oleada de científicos, motivados por las historias de extraños viajes más allá de la Tierra y por fin con una tecnología suficiente como para dar los primeros pasos de una nueva ciencia, empezaron a convertir en realidad los sueños de escritores y soñadores.

Uno de ellos fue Konstantín Tsiolkovski, muy acertadamente conocido como "el padre de la cosmonáutica", a quien podemos ver en la imagen. Konstantín siempre fue un gran autodidacta: Debido a las dificultades para ir a la escuela (era sordo e hijo de inmigrantes), decidió empezar a leer los libros de su padre y se convirtió en visitante asiduo de las bibliotecas de Moscú.

Probablemente esa capacidad le permitió crear los proyectos deslumbrantes e innovadores que le dieron fama, los cuales expuso en su libro "La exploración del espacio cósmico por medio de los motores de reacción". Sus ideas se convirtieron en referentes para las primeras naves espaciales y muchas de ellas se siguen aplicando en la actualidad.

En su época, la mayoría de los científicos estaban de acuerdo en que el espacio exterior estaba vacío, por lo que Tsiolkovski partía de la base de que sus ingenios espaciales debían de propulsarse sin necesidad de un medio al que oponerse (idea en la que se basaban la mayoría de los sistemas de propulsión en aquella época). ¿Cuál sería la solución al problema? El científico ruso, que sin duda tenía más conocimientos de física que Verne, descartó la idea de utilizar un enorme cañón para disparar una bala-nave. Mediante numerosos experimentos en los que comprobó la aceleración máxima que podía resistir un ser vivo y la velocidad necesaria para abandonar la órbita terrestre, determinó que la aceleración instantánea generada en el estallido de la novela de Verne mataría a sus ocupantes por aplastamiento.

Tsiolkovski desarrolló un artilugio que conseguiría evadir todos esos problemas: El cohete. A pesar de no ser el inventor del cohete como tal, sí que fue pionero en su estudio y su desarrollo como medio para llegar al espacio exterior. El mecanismo básico del cohete era un diseño ganador que, basándose en leyes físicas tan fundamentales como las de Newton, perduraría hasta nuestros días.

Pero sus innovaciones no se quedan ahí: Aún hoy asombra descubrir cómo es posible que Konstantín diera con la clave de muchísimos aspectos vitales para el buen funcionamiento del cohete. A saber: El perfeccionamiento del cohete de varias etapas, que permitía deshacerse de una fase cuando se agotara el combustible y no llevar así peso inútil; el uso de combustibles líquidos en vez de la clásica pólvora, mucho más eficiente para esta situación; e incluso la invención de aletas deflectoras para controlar la trayectoria del cohete.

La principal limitación de Konstantín no fue su imaginación, sino la tecnología y su pésimo sueldo, que no permitían llevar a cabo muchos de sus proyectos teóricos. El epitafio de su tumba, escrito por él mismo, era un mensaje de esperanza para la incipiente astronáutica:

"El hombre no permanecerá siempre en la Tierra, la búsqueda de la luz y el espacio lo llevará a penetrar los límites de la atmósfera, tímidamente al principio, pero al final para conquistar la totalidad del espacio solar"

Un estudio algo más práctico sobre el funcionamiento de los cohetes lo llevó a cabo el estadounidense Robert Goddard, contemporáneo de Tsiolkovski que, ajeno a los trabajos que estaba desarrollando el físico ruso, contribuyó enormemente a la creación de los primeros modelos de cohetes. Goddar, a quien podemos ver en la foto, tuvo dos grandes similitudes con Tsiolkovski: La costumbre de trabajar como un lobo solitario, aislado de la comunidad científica por miedo a ser ridiculizado al trabajar en un campo aún considerado de ficción; y la profunda pasión por llegar a otros planetas que la literatura fantástica había desatado en él.

De hecho, si la leyenda cuenta que la inspiración de Newton fue la manzana caída del árbol, podemos decir que lo equivalente en Goddar fueron los libros de Wells. La lectura de "La guerra de los mundos" a la temprana edad de 16 años le impactó tan fuertemente que, un día, mientras estaba subido en un cerezo podando sus ramas, miró hacia Marte, quizás algo atemorizado por la posible existencia de seres extraterrestres que podrían estar planeando una invasión, y pensó que durante el resto de su vida debería dedicarse a crear un artefacto capaz de llevarlo hasta allí.

Como decíamos, Goddard desconocía totalmente los proyectos de Tsiolkovski, por lo que muchas de sus investigaciones acabaron dando lugar a los mismos descubrimientos, realizados de forma paralela. Uno de los detalles en los que más importancia puso Goddard fue en el uso de combustibles líquidos para los cohetes. La diferencia clave entre ambos científicos es en el tipo de materiales que se utilizarían como combustibles/comburentes: Frente a la mezcla de hidrógeno y oxígeno líquidos del ruso, Goddard propuso una opción mucho más fácil de llevar a cabo con la tecnología de su época, gasolina y oxído de nitrógeno.

Lleno de ambición, decidió realizar sus propios experimentos y demostrar la valía de este tipo de combustibles. El "Goddard 1", apodado cariñosamente Nell, alcanzó una altura de 12,5 metros y una velocidad media de 100 km/h durante sus casi tres segundos de vuelo. Un viaje no demasiado espectacular, pero que dejó patente que las ideas de Goddard no eran simples elucubraciones.

Sea como sea, Goddard fue objeto de críticas que sólo lograron alimentar su obsesión por trabajar en solitario. Es célebre la burla que el diario The New York Times hizo sobre los sueños del científico de llegar hasta la Luna, en la que insinuaron, en un alarde de ignorancia, que Goddard carecía de conocimientos básicos sobre física. En 1969, tras el aterrizaje del Apollo 11 en la Luna y ante todas las evidencias, el periódico no tuvo más remedio que pedir perdón al ya fallecido pionero de la astronáutica.

No es de extrañar que, si hubiera dispuesto de más presupuesto, Goddard hubiera realizado más experimentos similares. Y es que muchos de sus proyectos los financió él mismo con su dinero. La armada americana no supo ver el potencial que aquél hombre tenía entre sus manos y se negó a financiar sus pruebas balísticas. Más atención recibió sin embargo desde Alemania, desde donde varios espías intentaron hacerse que con la valiosa información que manejaba aquél científico...

"Los sueños de ayer son las esperanzas de hoy y las realidades del mañana" - Robert Goddard

Efectivamente, Alemania estaba vigilando con cautela los movimientos de Goddard. No en vano ésta se convertiría en una de las potencias con mejor manejo de los misiles en la Segunda Guerra Mundial. Será ésta nuestra última parada en la búsqueda de los pioneros del espacio. Aquí, Hermann Julius Oberth (a quien podemos ver en la imagen) sentaría las bases de la cohetería alemana de forma paralela a Goddard y Tsiolkovski.

¿Adivináis ya de dónde sacó Oberth su pasión por la astronáutica? Si en el caso de Goddard el detonante había sido Wells, aquí había sido Verne y su novela "De la Tierra a la Luna" la que llenó de ambición la mente de un niño.

Curiosamente, Goddard siempre se llevó mal con Oberth. Al parecer, el alemán se había interesado por sus trabajos y le pidió una copia de su libro más famoso. Desde ese día, Goddard siempre se refirió a Oberth como un plagiador que no había inventado nada nuevo. Para hacer justicia a la historia, es necesario decir que, aunque Hermann hubiera estado bastante influenciado por los estudios de su compañero americano, la mayoría de sus descubrimientos habían sido realizados de forma independiente.

Oberth corrió, sin embargo, mejor suerte que sus compañeros. Es cierto que su tesis "Los cohetes hacia el espacio interplanetario" fue rechazada por "utópica", pero la publicación de un libro con sus ideas bajo el título de "Modos del vuelo espacial" fue un verdadero éxito de ventas que otorgó fama y reconocimiento a Hermann. De hecho, las primeras sociedades de cohetes (como la VfR, que tendría una importancia vital en la puesta en práctica de las ideas teóricas de Oberth) se formaron a raíz de este libro. Más que por la novedad de sus ideas, quizás deberíamos agradecer a Oberth el hecho de que las hubiera popularizado y divulgado, convirtiéndolas en algo accesible para el público (escribió varios libros, algunos con un tono muy divulgativo) y, por tanto, haciéndolas atractivas y posibles de llevar a cabo.

Las ideas de Oberth, entre las que se encontraban los ya mencionados cohetes multifase y combustibles líquidos, llegaron a todos los ámbitos de la cultura. No es de extrañar que el director de cine Fritz Lang llamara a Oberth para que le diera asistencia técnica en su película "La mujer en la Luna" y lo que es más importante, para que creara un pequeño cohete con motivo de publicitarla. Sea como sea, Oberth tenía más de físico que de ingeniero, porque su modelo de cohete explotó en una de las primeras pruebas dejándolo tuerto.

Sí que se consiguieron llevar a cabo modelos reales de sus cohetes en la VfR, de la que formó parte junto con su más aventajado discípulo, Wernher von Braun, quien, en un futuro, diseñaría tanto los terroríficos misiles balísticos V2 como el Saturn V, responsable de llevar al hombre a la Luna. De todas formas, Von Braun pertenecería ya a una segunda ola de científicos que, gracias a la labor de estos tres pioneros, pudieron sacar al hombre de "su cuna" terrestre. Nuevos científicos como Braun o su "gemelo" ucraniano Serguéi Koroliov, conocido como El Diseñador Jefe, en gran parte responsable de la prematura ventaja soviética en la carrera espacial al supervisar programas como el Sputnik o el Vostok, serían ahora los responsables del avance de la astronáutica en su siglo de oro.

Prácticamente ninguno de los "profetas" que hemos mencionado en este artículo llegaron a ver un artefacto humano en el espacio. Sólo Oberth, que vivió hasta el año 1989, pudo disfrutar en vida de la revolución científica que había ayudado a cimentar desde sus más humildes orígenes.

Fuentes

Astronáutica - Giles Sparrow
Invitación a la lectura: "Historia verdadera"... pero falsa
Alrededor de la Luna
Los primeros hombres en la Luna
Konstantín Tsiolkovski
Robert Goddard
Hermann Julius Oberth
1ª imagen
2ª imagen
3ª imagen
4ª imagen
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Cien años del diagrama de Hertzsprung-Russell, el gráfico que organizó las estrellas

A grandes rasgos y simplificando bastante, el diagrama de Hertzsprung-Russell es como una tabla periódica, pero de las estrellas.

Y es que, al igual que con la tabla periódica de los elementos, con el diagrama de Hertzsprung-Russell podemos localizar el grupo al que pertenece una determinada estrella de un simple vistazo. Pero antes de entrar a explicar cómo debemos usar este esquema, vamos a adentrarnos primero en su historia.


Pudes seguir leyendo el artículo en Amazings.es, donde lo he publicado como mi segunda colaboración.

También puedes revisar mi perfil en Amazings, donde se irá archivando todo lo que publique allí (dos entradas, por ahora).

Por supuesto, aprovecho para decir que pronto volveré a escribir en el blog, que he dejado aparcado por vacaciones.
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¿Son todas las erupciones volcánicas iguales? Una comparación entre los volcanes hawaianos y los peleanos

Siempre que se habla de la erupción de un volcán, se tiende a pensar en la típica escena de una alta montaña que expulsa piroclastos y crea ríos de lava mientras lo envuelve todo en humo y cenizas. Sin embargo, esta imagen describe sólo uno de los muchos tipos de erupciones volcánicas que existen. Y es que las erupciones volcánicas no son siempre iguales. De hecho, la gran diversidad de factores que intervienen en la erupción de un volcán hace que pueda desarrollarse de formas completamente diferentes.

Normalmente, los factores que más influyen en un tipo u otro de erupción volcánica son las características de la lava. Su temperatura, su composición y, sobre todo, su viscosidad, son elementos que alteran bastante el desarrollo de un volcán en erupción.

Una buena forma de ilustrar lo que estoy diciendo es comparar dos tipos de volcanes tan diferentes como los del tipo hawaiano y peleano. Por supuesto, además de estos dos tipos de volcanes, hay muchos otros (vulcanianos, estrombolianos...), pero estos dos son, por decirlo de alguna forma, opuestos en la escala, por lo que sirven bastante bien para una comparación.

Los volcanes hawaianos

Los volcanes hawaianos (cuyo nombre proviene, evidentemente, de su enorme frecuencia en las islas Hawai) tienen como característica principal una lava muy fluida y líquida. Es un factor crucial para comprender el funcionamiento de estos volcanes. Pero, ¿por qué es tan importante la fluidez de la lava?

En primer lugar, la facilidad que tiene una lava líquida para fluir es muy grande, por lo que no tiene problemas para discurrir por las laderas, creando lo que se conoce como coladas, extensos "ríos" o "mantos" de lava que se extienden por las cercanías. Esto, a su vez, evita que el volcán crezca en altura y lo dotan de una pendiente bastante suave y poco empinada. Es decir, sus estructuras no tienen grandes y elevados picos, sino formas redondeadas. De hecho, en inglés se les conoce como "shield volcanoes", debido a su parecido con la forma de un escudo.

La otra consecuencia de la fluidez de la lava de estos volcanes es que facilita enormemente la salida de los gases volcánicos. Cuanto menos viscosa es una lava, más fácil resulta la salida de los gases inherentes a la erupción volcánica. Así, se evitan las enormes explosiones y se permite la liberación de los gases de forma más pausada y suave. Por supuesto, la falta de explosiones produce también la escasez de piroclastos, muy poco frecuentes en este tipo de volcanes.

Uno de los mejores ejemplos de volcán hawaiano es el famoso volcán Kīlauea. En el siguiente vídeo, que muestra una de sus recientes erupciones, podemos apreciar todos los rasgos anteriormente comentados:



El volcán Kīlauea, uno de los que forman las islas Hawai, tiene una intensísima actividad magmática y está casi constantemente en erupción (se estima que, aproximadamente, se han realizado 35 erupciones desde el año 1952). Sin embargo, dadas las características de un volcán hawaiano, sus erupciones no entrañan un grave riesgo para la población (aunque, evidentemente, hay que mantener un cierto control sobre él). La escasez de explosiones y la liberación suave de los gases reduce mucho las posibilidades de afectar a las poblaciones cercanas, llegando incluso a convertirse en un destino turístico (el volcán más visitado del mundo).

Como se puede apreciar en algunas fotografías (1,2), es un volcán muy plano, como ya comentamos anteriormente. La lava de escasa viscosidad fluye fácilmente formando enormes "ríos", que pueden llegar al mar, dejando tras de sí característicos relieves formados por lava solidificada.

También es cierto que, a pesar de su general falta de explosiones, en algunas ocasiones aumenta su violencia, pero suelen ser casos aislados. Por supuesto, en sus numerosas explosiones es destacable mencionar la prácticamente ausencia de piroclastos, algo muy característico de este tipo de volcanes.

Todo esto ha propiciado que este volcán se convierta en una maravilla geológica de incalculable valor para los geólogos, que llevan años estudiando su comportamiento (tanto de forma particular como de forma general, para comprender mejor el funcionamiento de los volcanes).

Los volcanes peleanos

Echemos un vistazo ahora a los opuestos de los volcanes hawaianos. Los volcanes peleanos (cuyo nombre proviene del volcán Pelée, del cual hablaremos más tarde) tienen unas características muy diferentes, pero basadas principalmente en el mismo factor: La viscosidad de la lava. Si las lavas de los hawaianos tenían una buena fluidez, las de los peleanos tienen una viscosidad extrema.

Esto ocasiona que, a diferencia de los hawaianos, las lavas de un volcán peleano tengan una enorme dificultad para crear coladas y salir al exterior. La rápida solidificación de este tipo de lava hace que se formen estructuras de gran altitud y dotándolo de mayor pendiente. De hecho, la viscosidad y la rapidez a la hora de solidificarse pueden hacer que incluso se acumule en la chimenea del volcán, haciendo un efecto tapón (también se puede formar lo que se conoce como pitón o aguja volcánica, estructuras formadas por la lava solidificada dentro del volcán y que resisten al paso del tiempo, incluso cuando se destruye el cono volcánico).

Todo este taponamiento provoca que, también a diferencia de los volcanes hawaianos, los gases se vean retenidos, creando así una terrible presión en el interior del volcán. Llegado a cierto límite insostenible, los gases provocan una explosión que destruye, literalmente, la parte superior del volcán. Una enorme masa de gases ardientes inician así una violenta erupción que se lleva consigo trozos del volcán y magma (la cual se enfría durante el vuelo).

El mejor ejemplo de este tipo de volcanes es, por supuesto, el que le da nombre: El volcán Pelée. La erupción de este volcán en el año 1902 fue uno de los desastres geológicos más potentes del siglo XX, provocando la muerte de más de 30000 personas y la destrucción de toda una ciudad entera. Los testigos que tuvieron ocasión de verlo quedaron totalmente impresionados ante lo que había sucedido:

"La montaña explotó en pedazos sin aviso"

El volcán Pelée está situado en el arco volcánico de las Antillas Menores, una zona de intensa actividad volcánica. Meses antes de su explosión, ya se había empezado a detectar ciertos síntomas de su futuro final: Las fumarolas, grietas situadas cerca de un volcán por las que se expulsan gases, habían aumentado considerablemente su tamaño; fuertes lluvias de ceniza caían de vez en cuando en la ciudad de St. Pierre (la más cercana al volcán)... Sin embargo, todo esto fue ignorado (quizás por el atraso en técnicas de vulcanología para detectar erupciones o quizás por la propia irresponsabilidad de los ciudadanos de St. Pierre y sus gobernantes).

Finalmente, el 8 de mayo de 1902 se produjo de forma inesperada la terrible erupción. Enormes nubes oscurecieron el cielo en un radio de 80 kilómetros, desplazándose a unas velocidades vertiginosas. Un flujo piroclástico formado por vapores, gases y polvos a una temperatura superior a mil grados centígrados envolvió toda la ciudad. Miles de personas murieron abrasadas y quemadas, y la ciudad empezó a arder.

Dada la fecha en la que se realizó esta erupción, podemos afirmar que fue uno de los primeros desastres creados por un volcán que se retransmitieron al mundo entero (mediante prensa, fotografías...etc), por lo que fue uno de los detonantes para que se empezaran a tomar medidas para protegerse más seriamente de los volcanes. La tecnología ha avanzado bastante desde entonces, muchas veces con la intención de prevenir este tipo de accidentes y que, por lo menos, se eviten en una futura erupción volcánica de tales características la gran cantidad de muertes que trajo consigo el Pelée.

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Queen (12ª parte) A Kind of Magic

(NOTA: Si tienes Spotify, quizás preferirías escuchar el álbum aquí mientras lees el artículo)

Queen ya estaba metido de lleno en la década de los ochenta. Tras el lanzamiento de su disco The Works, que agradó bastante a los fans originales del grupo, se puede decir que ya había conseguido adaptarse a la perfección al sonido de los sintetizadores. Seis años después de introducir por primera vez este instrumento, allá por los comienzos de la década (con The Game), la buena fusión que había salido como resultado de la mezcla entre el sonido original y la inclusión de sintetizadores era algo ya más que evidente para todos los fans y críticos musicales.

A Kind of Magic es la confirmación de esta mejora. Y es que muchas de las canciones que componen el disco han pasado a formar parte de las imprescindibles en cualquier recopilación o concierto del grupo.

Este disco es, en definitiva, un éxito más en la larga carrera de Queen que, por desgracia, se acercaba cada vez más a su trágico fin (su próximo disco, The Miracle, se convertiría ya en el antepenúltimo de la banda y el penúltimo en el que participó Freddie Mercury).

Grabación e historia del disco

A Kind of Magic surgió en realidad como una banda sonora para la película Highlander (Los inmortales). Todo comenzó con la llamada de Russell Mulcahy, director de la película, que consideraba a Queen como el grupo perfecto para su proyecto. "La película necesitaba su energía", llegó a comentar años después. Pero los directores de la película no eran los únicos encantados con la idea: También el grupo amaba la idea de ser los responsables de la banda sonora.

Antes de que comenzaran a grabar nada, Mulcahy les enseñó en primicia veinte minutos de la película. El grupo quedó tan impresionado que ese mismo día empezaron a escribir sus primeras ideas basadas en lo que habían visto. Sabiendo esto, es fácil adivinar de dónde provienen muchos de los títulos de las canciones. Así, Brian May compuso Who Wants To Live Forever pensando en una escena en la que el inmortal protagonista ve morir a su amada y Roger Taylor compuso It's A Kind Of Magic tomando como título la palabra que usa para describir esa inmortalidad.

A pesar de todo esto, es necesario aclarar que las canciones que aparecen en el disco A Kind of Magic no son exactamente las mismas que aparecieron en la película. El grupo rehízo buena parte del material y cambió ciertos aspectos para adaptarlo mejor al formato (no es lo mismo una música destinada a ser una banda sonora que la que aparece en un disco normal). La música intacta que apareció en Highlander nunca se presentó en forma de banda sonora.

Centrándonos un poco más en el estilo del disco, podemos observar fácilmente que, a pesar del continuo contacto con los sintetizadores, no se pierde nunca la esencia del grupo. De nuevo, habían vuelto a conseguir la fórmula mágica para poder innovar sin perder la fidelidad de sus más viejos fans.

Como parte de la promoción del disco, Queen realizó la famosa gira Magic Tour, que se acabaría convirtiendo en la última del grupo. Mención especial merece el concierto de Wembley, que personalmente considero el mejor de la banda (además de ser uno de los últimos en el que aparecerá Freddie Mercury, debido a los problemas que desarrollaría más tarde por culpa del sida). Toda esta gira fue un espectáculo audiovisual, poniendo especial atención al juego de luces, colores y pantallas sobre el escenario (característica típica del arena rock, género en el que a menudo se encuadra a Queen). Como era de esperar, el buen trabajo obtuvo su recompensa y logró reunir una enorme afluencia de público.

Canciones

El estilo de las canciones es bastante variado. Predomina el rock clásico de Queen mezclado con sintetizadores que ya hemos comentado anteriormente (A Kind of Magic, Friends Will Be Friends, Don't Lose Your Head), pero también tiene bastantes canciones de hard rock (One Vision, Gimme the Prize, Princes of the Universe), baladas más dulces (One Year of Love, Pain Is So Close to Pleasure) e incluso una canción cercana al rock sinfónico (Who Wants to Live Forever).

Como viene siendo habitual, en la composición de las canciones participaron casi a partes iguales todos los integrantes (aunque destacan May y Mercury). A continuación dejo la lista completa de canción y sus compositores:

01. One Vision - Compuesta por todos los integrantes
02. A Kind of Magic - Compuesta por Taylor
03. One Year of Love - Compuesta por Deacon
04. Pain Is So Close to Pleasure - Compuesta por Mercury/Deacon
05. Friends Will Be Friends - Compuesta por Mercury/Deacon
06. Who Wants to Live Forever - Compuesta por May
07. Gimme the Prize (Kurgan's Theme) - Compuesta por May
08. Don't Lose Your Head - Compuesta por Taylor
09. Princes of the Universe - Compuesta por Mercury

Las canciones más famosas de este disco (o, al menos, las que yo considero más representativas del disco) son One Vision, A Kind of Magic y Who Wants to Live Forever. Las comento más detalladamente a continuación:

One Vision, una canción hard rock, se convirtió automáticamente en la ideal para iniciar los conciertos. Su introducción, basada en la voz distorsionada de Brian May, era el modo ideal de crear algo de tensión inicial que iría creciendo hasta desembocar en una canción rápida y frenética. No apareció en la película Highlanders, aunque posteriormente se usó en Iron Eagle. Al final de la canción podemos encontrar otra anécdota: Una frase que debería incluir las palabras "One Vision" se intercambiaron por "Fried Chicken", divertido juego de palabras que habían decidido introducir porque uno de los días en el que la estaban grabando cenaron pollo frito.

A Kind of Magic, canción homónima del disco y al mismo tiempo la más popular, es un perfecto ejemplo del estilo de música (sintetizadores, pero con moderación) que más solía tocar el grupo en ese momento. Aquí se puede observar un dato que comentamos anteriormente: La canción que aparece en la película es diferente a la del disco. Mientras que la versión aparecida en Highlanders tiene un sonido más cercano al rock, la que aparece en el disco tiende más hacia el pop. Su éxito inmediato la convirtió enseguida en una de las canciones más recordadas de la banda.

Y, por último, tenemos una canción fácilmente distinguible del resto: Who Wants to Live Forever. Una delicada composición de Brian May con preciosos sonidos que recuerdan a arreglos orquestales. Esta canción tiene un toque diferente y nada habitual en un grupo de rock. En su videoclip se utilizaron cientos de velas, La National Philharmonic Orchestra y un coro de cuarenta niños para crear la atmósfera adecuada. Es, sin ninguna duda, uno de los mejores ejemplos que demuestran la gran movilidad de Queen para tocar diversos géneros musicales.

Recepción del público y la crítica

El éxito del disco fue, en general, arrollador. Si bien es cierto que las críticas no destacaron (es decir, no era uno de los mejores discos del grupo, pero se mantenía en la excelente línea general), las ventas fueron increíbles.

La opinión profesional tuvo críticas un tanto dispersas. Mientras que la revista Rolling Stone (cuya irracional e injusta manía con Queen es sobradamente conocida por los lectores de este blog) lo criticó duramente, otras publicaciones como The Times lo describió como "uno de los más espectaculares éxitos lanzados este año". Dejando a un lado las críticas de ambos extremos, hay que decir que la tónica general fue la de alabar el disco como un buen trabajo, pero sin destacarlo de forma especial sobre el resto de la discografía.

Por parte del público, las ventas fueron magníficas (apoyadas bastante por el ya mencionado concierto Magic Tour). Alcanzó el disco de platino en países como Estados Unidos, Reino Unido y varias zonas de Europa, así como los primeros puestos en Francia, Italia, Irlanda...


Portada

La colorida portada del disco proviene del videoclip de la canción A Kind of Magic. Éste fue llevado a cabo por el propio director de Highlanders, y fue protagonizado por Freddie en el papel de mago y el resto del grupo en el papel de unos vagabundos convertidos en músicos. Lo que más impresionó del vídeo fueron las avanzadas técnicas de animación que presentaba, poco habitual en los vídeos musicales de la época.

En definitiva, el vídeo debió de gustarle bastante al grupo, que decidió usar las animaciones para decorar la portada del disco. Un detalle para los más fans: Éste fue el primer álbum cuyo nombre era el de una de las canciones que lo integraban, pero desde entonces todos los siguientes álbumes acogieron esta costumbre (The Miracle, Innuendo y Made in Heaven).

Fuentes

A Kind of Magic - Wikipedia (English)
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¿La guerra biológica es un invento moderno?

Si hablamos de la guerra biológica, seguro que todo el mundo piensa en virus y microorganismos desarrollados en avanzados laboratorios, en sofisticadas armas de espías... Sin embargo, la guerra biológica no es algo tan moderno como comúnmente se piensa. De hecho, ha acompañado a la humanidad desde sus orígenes. La idea de imitar a la naturaleza en el uso de plagas, epidemias y enfermedades ha estado en la mente del hombre antes incluso del gran desarrollo de la microbiología y biotecnología que se ha dado en los últimos siglos.

Antes de nada, es necesario dejar claro un par de conceptos: Un arma biológica es cualquier organismo patógeno que se usa como arma de guerra (por ejemplo, bacterias y virus), algo que no se debe confundir con arma química (guardan parecidas, pero las armas químicas son organismos no vivientes, como por ejemplo toxinas). Las armas biológicas son consideradas armas de destrucción masiva.

Como íbamos diciendo, la historia de la guerra biológica se remonta siglos y siglos atrás. Aunque las técnicas más primitivas eran muy rudimentarias, no por ello eran poco efectivas. El primer caso documentado de uso de un arma biológica lo encontramos entre los años 1500-1200 a.C, cuando los hititas recogieron a víctimas y fallecidos por la peste y los llevaron a las tierras enemigas para que se extendiera la enfermedad. Esta técnica, la de transportar enfermos a tierras enemigas, era una manera ideal de atacar al mismo tiempo a soldados y a la población civil.

También era popular el envenenamiento de pozos y reservas de agua. Por ejemplo, en el año 590 a.C, durante las Guerras Sagradas de Grecia, los atenienses envenenaron pozos con la planta venenosa eléboro. También se sabe que los romanos y los sirios solían tirar animales en proceso de putrefacción para transmitir bacterias y microorganismos al agua.

Una técnica más enfocada a atacar a un individuo en concreto y no a una población en general era la que solían usar los pueblos escitas ya en el siglo VI a.C. Sumergían las puntas de sus flechas en algún tipo de sustancia patógena (veneno de serpiente, heces...) para que infectaran la herida del enemigo al que alcanzaban, potenciando así mucho más el poder de las flechas.

Y, hablando de venenos, no nos podemos olvidar de dos animales que fueron usados con muchísima frecuencia: Las serpientes y los escorpiones. En más de una ocasión, los romanos se encontraron con enemigos que usaban vasijas llenas de serpientes o escorpiones, las cuales eran lanzadas contra ellos para provocar no sólo bajas, sino también el miedo y la desconcentración.

En la Edad Media, como era de esperar, la gran protagonista de los ataques biológicos fue la peste bubónica. Por poner un ejemplo, cuando los mongoles asediaron la ciudad de Caffa en el siglo XIV, cogieron a los fallecidos por la peste negra y los lanzaron con catapultas por encima de las murallas de la ciudad. También existía una versión más "light" del ataque, en la que se lanzaban las ropas y pertenencias de los enfermos. Quizás la efectividad de estos ataques no fuera la esperada (el mayor foco de transmisión de la peste eran las pulgas con ayuda de las ratas negras, y no por contacto con los muertos), pero teniendo en cuenta la gran cantidad de supersticiones y desconocimiento que había en aquella época, seguramente infundía un terror enorme.

El mecanismo de "inundar" una ciudad asediada por medio de catapultas no se realizaba sólo con fallecidos por la peste. También se solían tirar excrementos, estiércol y cualquier cosa que pudiera provocar infecciones, enfermedades y, también hay que tenerlo en cuenta, malestar general.

Uno de los intentos de guerra biológica más potentes y despiadados fue el que realizó el general inglés Jeffrey Amherst contra los nativos americanos entre los años 1754-1767. Con el objetivo de (según sus propias palabras) "extirpar a esta raza execrable", les repartió a modo de regalo las mantas que habían usado los ingleses enfermos de viruela (por supuesto, los nativos creían que eran mantas en perfecto estado que se daban como muestra de paz). Dado que los americanos carecían de anticuerpos contra esta enfermedad, fue cuestión de días que se propagara una epidemia que acabó con la vida de más de 100000 personas. La idea de este plan está perfectamente reflejada y bien documentada en unas cartas que Jeffrey Amherst intercambió con el coronel Henry Bouquet, aunque, todo hay que decirlo, algunos historiadores creen que ese brote de viruela pudo haber surgido antes por otros medios, dejando inválido el ataque (hay mucha discusión al respecto).

En la época de colonizaciones de zonas americanas y del Pacífico, sucesos como el relatado anteriormente se sucedieron de forma regular, debido principalmente a la falta de defensas de los nativos frente a nuevas enfermedades.

Sin embargo, y como era de esperar, durante el siglo XX la guerra biológica alcanzó un nivel muchísimo mayor de sofisticación, gracias al avance de la microbiología. Durante las dos guerras mundiales se desplegaron algunas modernas técnicas nunca antes vistas.

Quizás el caso más espectacular se dio en Japón. Uno de los primeros hombres que aprovechó el mejor entendimiento de la microbiología para desarrollar armas biológicas fue Shirō Ishii, japonés que dirigió el Escuadrón 731. Este escuadrón es considerado a día de hoy como el responsable de uno de los mayores crímenes de guerra, semejante al del exterminio nazi. Allí se llevaron a cabo innumerables experimentos de guerra bacteriológica sobre sus prisioneros. Los japoneses centraron su investigación en enfermedades como la cólera, la viruela, el botulismo... Incluso desarrollaron "bombas" que extendían estas enfermedades allí donde caían. También fueron los responsables de envenenar alrededor de 1000 pozos en China en época de guerra. Por supuesto, este escuadrón acabó disolviéndose y fue denunciado por la ONU.

Evidentemente, como respuesta a los japoneses el resto de superpotencias también desarrollaron un gran armamento biológico, como el ántrax o el muermo. Este tipo de armas cada vez se asemejaron más a las que todos conocemos habitualmente, por lo que no merece la pena extenderse demasiado.

Sí que es curioso mencionar una anécdota ocurrida en Gran Bretaña durante la Segunda Guerra Mundial. Los ingleses, que habían centrado su investigación en el ántrax, decidieron hacer una prueba y bombardear una isla escocesa llamada Gruinard. Ochenta ovejas fueron llevadas a la isla para comprobar los efectos que tenían las bombas. ¿El resultado? Murieron todas. Pero eso no fue todo: Tras los experimentos, el grado de contaminación fue tal que se prohibió visitar la isla durante años, y tuvo que llevarse a cabo un plan de descontaminación para eliminar los restos de la plaga. Hoy en día se conservan algunos vídeos del experimento.

Durante la Guerra Fría, también se intensificaron las investigaciones en armas biológicas, e incluso algunas se realizaron de forma secreta. Un experimento destacable fue el llevado a cabo por EEUU en 1966 que, para probar la seguridad de sus instalaciones, liberó en el metro de Nueva York la bacteria Bacillus subtilis. Los resultados del experimento demostraron que la liberación de un organismo en una sola estación podían infectar todo el sistema subterráneo. Por suerte, esto fue sólo una prueba; pero una versión real de este experimento ocurrió en el año 1995, en Tokio, cuando el grupo terrorista Aum Shinrikyō liberó en la estación de metro gas sarín, provocando la muerte de 25 personas (el gas sarín es un arma química y no biológica, pero sirve para ilustrar a modo de ejemplo el alcance que podría haber tenido el experimento de Nueva York si se realizara de verdad).

El uso de armas biológicas está a día de hoy terminantemente prohibido por las Naciones Unidas. La Convención de Armas Tóxicas y Biológicas, la cual más de 137 países habían firmado ya en 1996, prohíbe el “desarrollo, producción y acumulación de microbios o sus productos venenosos excepto en cantidades necesarias para protección y exploración pacífica.”

En definitiva, por todo lo que hemos estado comentando y por muchas cosas más, podemos afirmar con seguridad que la guerra biológica no es en absoluto algo que haya aparecido en tiempos modernos.


Nota: Este post participa en la tercera edición del carnaval de biología, que organiza el blog "El Pakozoico".

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